La filmación comienza con un discurso acerca de la Segunda Guerra Mundial, el papel de Japón en ella, las bajas causadas por los Estados Unidos y la posterior colaboración del estado japonés en las guerras de Oriente Medio llevadas a cabo por el país norteamericano, en toda una proclama de orgullo japonés, rencor estadounidense y admiración por George Romero, de hecho, se termina expresando que una de las pocas cosas que merecen la pena de los EE.UU. es precisamente este famoso director de cine zombi.
La historia en sí nos sitúa en un bosque nipón, donde variopintos personajes son testigos del accidente de un OVNI que desprende una extraña radiación que, efectivamente, produce un levantamiento de todas las personas muertas, despertando un fenómeno zombi en toda regla.
A un grupo de militares que hacía prácticas en la zona, se unen una estrella de la canción que hacía un reportaje gráfico por ahí y el ayudante de un mafioso que también andaba cerca ajustando unas cuentas. El grupo de superviviente llega hasta una especie de hotel rural donde su dueño, un marido infiel, ya ha tenido que sobrellevar sus propios problemas con su amante embarazada, y muerta por accidente.
Una vez en la casa, nuestro grupo protagoniza un típico atrincheramiento contra zombis, con unos muertos vivientes que, aunque acusan el efecto de las armas, no mueren ni destrozándoles el cerebro. En ese momento hace aparición el bebé zombi de la embarazada, con una estética que recuerda inevitablemente al niño de "Braindead" y con el mismo comportamiento de pequeño zombi cabrón.
El acoso del creciente grupo de muertos vivientes continúa, a la vez que lo hacen las tensiones internas. Poco a poco, los supervivientes van cayendo uno tras otro. Intentan huir de aquel lugar en coche, pero el plan acaba con prácticamente todos, tan solo sobrevive una soldado que resulta ser un experimento biónico del ejército japonés, una muerta reconvertida en un robot preparada para matar, a lo "Robocop". Katana en mano, nuestra cibersoldado se carga a katanazos a todos los zombis que le acosan.
No obstante, el final nos regala una batalla a muerte, muy con estética japonesa, entre la robot y un antiguo combatiente zombi de la Segunda Guerra Mundial. Todo un desfase. La película concluye con muestras evidentes de que, a pesar de haber logrado una victoria, el fenómeno zombi está muy lejos de ser controlado y una invasión alienígena ha comenzado.
"Zombie self-defense force" es una película floja, con unos efectos irrisorios -mención especial para la nave extraterrestre de dibujos animados y el muñeco feo del bebé zombi cabrón- y que se hace muy rara, muy paranoica al finalizar, aunque precisamente en estos aspectos pueden encontrar algunos un punto positivo.
La historia es bastante peculiar al inicio con un llamativo discurso y un platillo volante furtivo, sin embargo, el desarrollo se va volviendo cada vez menos sorprendente y el final es una locura de mucho cuidado, ya que parece que llega un momento en la filmación donde todo vale, donde a una sorpresa sin pies ni cabeza le sigue otra. ¿Algo ingenioso y atrevido, algo cutre? Eso depende de los ojos con los que se mire, para mí, básicamente cutre.
La ambientación no está mal del todo, aunque la grabación parece bastante amateur, los efectos digitales son insoportables y los muñecotes que utilizan poco disimulados. El tema de la sangre a borbotones, los cerebros gelatinosos y los chorretones de flujos a mansalva tienen su aquel, aunque ya digo, el tema de los efectos y las catacterizaciones mejor pasarlo de largo.
En definitiva, una película japonesa de zombis lentos, que contagian y atosigan en un fenómeno generalizado provocado por OVNIs. Una grabación en tono de humor y para tomársela así, con humor. Salvable en algunos tramos y demasiado paranoica en otros. Historia floja, aunque con cierto encanto y con una impresión de moraleja nacionalista japonesa y antiamericana.
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